28 de octubre de 2007

NOUS SOMMES OUVERT


















Ya es oficial, OPEN! 2008 dedicará sus esfuerzos a la promoción del cine francés. Como en la edición anterior, se proyectarán dos películas en versión original con subtitulos en castellano y además se amplia el programa de actos con una performance fotográfica y un concierto de música a cargo de una banda gala "liga quintana", quienes ya nos anuncian en su web.

Quienes deseen saber más sobre el grupo de Grenoble, de quien dicen su referente es Bumbury, pueden acceder a su página en www.ligaquintana.net o bien a través de myspace.com.

Para darnos un gustazo de sonidos electrónicos en la madrugada del domingo, adjuntamos video.




4 de octubre de 2007

TRANSYLVANIA

















Sinopsis


Zingarina (Asia Argento) es una mujer jóven y rebelde que llega a Transilvania, en el corazón de Rumania, en busca del hombre al que ama. Lo conoció en Francia, pero un día se marchó sin dar ninguna explicación... Acompañada por su amiga Marie (Amira Casar), que la cuida celosamente, Zingarina se lanza en su apasionada búsqueda y se deja atrapar por un país que le fascina... Pero, cuando encuentra a su antiguo amante en plena fiesta pagana, éste la rechaza brutalmente. Loca de dolor abandona a Marie, quien le recuerda su antigua vida para finalmente fundirse entera en esta nueva tierra, Transilvania, donde ella encuentra a Tchangalo (Birol Ünel), un solitario, un hombre como ella sin fronteras y sin ataduras.



Y una crítica estupenda: la de Julio Rodriguez

El cineasta argelino-francés Tony Gatlif viaja a la tierra de Drácula para sumergirse en el alma gitana y contagiar al espectador con la fuerza del amor desesperado. Un viaje emocional en el que acompaña a Zingarina, una joven francesa que parte en busca del músico rumano que la dejó embarazada y que pronto sufrirá el desencanto del amor no correspondido, para después deambular sin rumbo por tierras extrañas y terminar fundiéndose de manera ebria y desenfrenada con una cultura que no es la suya.
La historia de Zingarina es semejante a la que el propio Gatlif recogiera en "El extraño loco", donde la vitalidad de una cultura y folklore reflejan una dramática e imperiosa necesidad interior. En este caso, asistimos a la profunda transformación de una mujer arrastrada por la pasión, que deja todo lo que tiene para salir al encuentro del que considera el amor de su vida. Sólo su amiga Marie la acompaña por esas tierras de barro y aires libertarios, entre la superstición y la tradición, con la música y el baile en sus venas, con el vodka que alivie el frío y las penas. Amor que se convierte en locura cuando la amargura y el dolor se adueñan de su alma y rompe con el pasado, con su amiga y con su país, para vagar por los caminos en busca de la felicidad. En esta nueva odisea interior, Zingarina viene a significar la soledad de quien desesperadamente va al encuentro de lo único que le importa en la vida, de la misma manera que Tchangalo –el hombre que se cruza en su vida– hace con el oro que le permita sobrevivir en un entorno hostil. Un dramatismo mostrado plásticamente con imágenes de gran fuerza visual, con planos desoladores de Marie que ve cómo su amiga se va sola en un tren sin destino conocido, o en esos parajes nevados que trasmiten frío y aspereza. Son seres sin raíces físicas ni emocionales, expuestos al ritmo frenético de los bailes y transportados por la música a un mundo de ensoñaciones.
Por eso, Gatlif otorga a la música –compuesta por él mismo y por Delphine Mantoulet– un papel protagonista, con letras y acordes que hablan del desarraigo y el sueño de felicidad, del vacío y la desorientación afectiva. También lo surrealista sirve al director para reflejar esos anhelos, miedos e insatisfacciones, unas veces con sonidos “de profundis” un tanto enfáticos y efectistas que oye la desconcertada Zingarina, y otras con imaginaciones en las que ella primero y Tchangalo después reproducen su incierto encuentro con el amado. Precisamente esta duplicidad de desenlaces amorosos –el imaginado y el real– sirve a Gatlif para cerrar la estructura del relato y abrir una puerta a la esperanza y al poder del amor. Estamos, con todo, ante una película de sensaciones, de ráfagas de vida y de dolor, descompensada y caótica narrativamente, pero con momentos de desbordante belleza visual y musical, con una fotografía de tonos fríos y colores desaturados. El guión es anárquico, irregular y desequilibrado, con una progresiva pérdida de fuerza dramática a medida que avanza la trama, con una comicidad que bien firmaría el propio Kusturica. Tanta canción y baile sirven con eficacia para recrear una cultura y ambientar un amor loco y pasional, pero interrumpe en exceso la historia personal, que a duras penas remonta el vuelo y que en ocasiones se pierde entre lo pintoresco del folklore y el esperpento de posesiones diabólicas y exorcismos –escena en el bosque más bien cómica y tópica de Transilvania, malamente insertada y prescindible, y cerrada con una luz cegadora de tono pretencioso–.

En este cine de estados de ánimo y subconscientes, la interpretación de Asia Argento brilla con fuerza y vigor, hasta trasmitir esa pasión y arrobamiento de quien ha decidido romper todos los platos de su vida y convertirse en una auténtica gitana de alma rebelde e indomable, más allá del vistoso vestido zíngaro que se pone. También el turco Birol Ünel encarna con autenticidad al hombre desencantado y solitario, pero dispuesto a arriesgarse en el "abrazo del oso" que el amor desesperado supone y que puede granjearle más de una herida emocional. Hay, por otra parte, imágenes de evidente carga metafórica que rayan en lo solemne y pretencioso, como la de esos platos rotos del baile, o ese "ojo que todo lo ve" que Zingarina lleva dibujado en la palma de su mano y que marca su destino, o esas brasas ardiendo, o el oso real que les sorprende en plena noche y que más bien parece producto de su imaginación atormentada o de una superstición enfermiza.

Con todo, Gatlif nos ofrece un cine distinto al habitual, en que acompañamos, cámara en mano y con un gusto por los primeros planos, a una mujer y un hombre que buscan amor y oro (en realidad, amor), reflejos a su vez de una sociedad desquiciada y que trata agónicamente de echar raíces en tierra firme (en lo duradero, en la fidelidad), aunque sin querer con ello quedar atrapada entre cuatro paredes (en el compromiso), como el pueblo zíngaro: paradojas de la vida y de la sociedad. La película gustará a un público que prefiera el cine un tanto surrealista, de sensaciones y arranques emocionales, de estampas cómico-folklóricas en la línea del mencionado Kusturica.


2 de octubre de 2007

UN CARTEL


























aun sabiendo que perdemos uno, adieu CineFrancia adieu...

LOVERS


























Dirección: Jean-Marc Barr.
País:
Francia.
Año: 1999.
Duración: 100 min.
Interpretación: Élodie Bouchez (Jeanne), Sergei Trifunovic (Dragan), Geneviève Page, Dragan Nicolic.
Guión: Pascal Arnold y Jean-Marc Barr.
Producción: Pascal Arnold y Emmanuelle Mougne.
Coproducción: Jean-Marc Barr.


SINOPSIS

El respetado actor franco-americano Jean-Marc Barr se estrena tras la cámara para practicar desde Francia la corriente dogma, influenciado por autores como Lars Von Trier, director con quien trabajó en "Rompiendo las olas". Lovers es la primera parte de una trilogía dedicada a la libertad, a la que sigue hasta el momento Too much flesh, segunda entrega recientemente vista en el Festival de San Sebastián. Trata una historia de amor étnico -entre la joven Jeanne y un pintor de origen yugoslavo, Dragan- que habrá de seguir latiendo frente a unas leyes de inmigración que tratan de separarlos.