3 de julio de 2007

JULIETTE BINOCHE




ay rostros de los que se puede estar prácticamente seguro de que dejarán huella en la pantalla mágica del cine. Del de Juliette Binoche emana tal emoción y tal inocente gravedad, que hasta su belleza parece eclipsada. Tras esa frente lisa, tan reflexiva, se manifiesta un espíritu tenaz de luchadora, una mujer joven de treinta años que sabe lo que quiere y dirige su carrera con un rigor inusual. Jean-Luc Godard había sacado a esta provinciana (hija de una profesora "teatrófila") del anonimato de la caja registradora de unos grandes almacenes, para ofrecerle un pequeño papel en su Je vous salue, Marie (1984). Luego fueron llegando otros trabajos con los que no se dio particularmente a conocer, tal vez por ser su encanto tan discreto. Después aparecieron André Téchiné (Rendez-vous, 1985), Léos Carax (Mala sangre, 1987, Los Amantes del Pont neuf, 1991) y sobre todo Philip Kaufman con La insoportable levedad del ser (1987) junto a Daniel Day-Lewis -adaptación de la novela de Milan Kundera-, y Louis Malle para quien encarnará en Herida (1992) a la escandalosa pareja de Jeremy Irons. Finalmente, Azul de Kieslowski la consagrará mejor actriz en el Festival de Venecia en 1993, así como en 1994 será galardonada en los Césars en Francia. En diez años Juliette Binoche, que también supo sobresalir como actriz de teatro en La gaviota de Chejov, ha logrado estar al nivel de las más destacadas actrices francesas, en la categoría "cine exigente", gracias a su extraordinario talento y al misterio de su personaje.

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